Sales del cole a la universidad, te gradúas lleno de emoción y con ganas de comerte el mundo, pero poco a poco te vas dando cuenta que si te quieres comer el mundo, el mundo se va a querer defender de ti. Te sale tu primer primer trabajo, llegas lleno de emoción, con ganas de romper paradigmas, de cambiar cosas, de marcar la diferencia, pero poco a poco te vas dando cuenta que tus proyectos, no son más que ideas sin fundamento para tu jefe. ¿Y qué pasa? No lo entiendes. Como no lo entiendes, te desmotivas.

Ya vas un año en estas y comienzas a buscar otro trabajo. Lo encuentras y arrancas de nuevo. Pero pasa lo mismo. Ya llevas 3 años trabajando en esa empresa, ganas dinero como lo gana el promedio, vives al día, sientes que no avanzas, entonces decides emprender mientras trabajas como empleado. Ya tienes algo de experiencia y comienzas con tu proyecto. Inviertes tiempo y el dinero de tu flujo de caja y lo haces en las noches y en los fines de semana. Comienzas a vender, ganas algo de dinero extra, pero nada del otro mundo, entonces te desmotivas un poco, dejas tu emprendimiento de lado y sigues con tu trabajo.

De repente llega un cambio. Te dan un pequeño aumento que para algo te sirve, pero en el fondo, te desmotiva aún más. Ya pasaste los 30 y sigues en las mismas. Cambias de trabajo, ganas un poco más, tienes un poco más de responsabilidades y algo de nueva motivación. Es entonces cuando encuentras una nueva oportunidad y comienzas a emprender de nuevo. Esta vez tienes 35 años y te lanzas con más experiencia, con un socio, pero aún en tus tiempos libres. Le inviertes algo de dinero, pero nada del otro mundo. Venden, les genera algo de ingresos pasivos y todo comienza a hacer un poco más de sentido para ti. Tu nuevo emprendimiento, tiene futuro, pero… conoces a alguien y te enamoras.

Ya los ingresos pasivos, no son para ahorrar o para invertir. Ahora quieres viajar, quieres conocer, ¡quieres vivir! Entonces lo haces. Pasa el tiempo y piensas en el balance de la vida, comienzas a pensar que hay cosas más importantes que tus sueños de cambiar al mundo, entonces te casas y armas un hogar.

Ya vas para los 40 años, tienes un lindo matrimonio y llegan tus hijos. Sigues en tu trabajo, ganas un poco más de dinero, tienes un emprendimiento de lado que te genera algo de ganancias y poco a poco vas entendiendo que las prioridades son otras. Ya tu prioridad, no es comerte al mundo. El mundo es duro, es rudo, es bravo y además tienes hijos, un hogar y gastos que sustentar.

¿Dónde quedaron tus sueños? ¿Dónde quedó ese chico que salió del colegio creyendo que había llegado al mundo para darle la vuelta? Dónde quedó ese chico que sentía que todo era posible? A ese chico, lo consumió el sistema que el mundo creó, para que el mundo pueda evolucionar a su manera. A ese chico, lo consumió la despiadada realidad. Ese chico, ya no es un chico soñador. Ya tiene 45 años, tiene familia, tiene un trabajo estable, le sobra inteligencia, pero le faltan ganas. Ya no cree, ya no quiere, ya tiene su plan aterrizado, ya tocó el piso con sus pies descalzos y sintió el frío de la realidad. A ese chico se le acabaron los sueños. ¿Pero por qué? Porque ya es muy tarde, porque ya no vale la pena, porque ya las prioridades son otras, porque ya no se pudo, porque es lo que le tocó.

A ese chico yo le quiero decir algo: Nunca es tarde para comenzar de nuevo, pues el tiempo que te queda, vale más que el tiempo que se fue. Nunca es tarde para comenzar de nuevo, pues el tiempo que se fue, es la causa del tiempo que está por venir. Nunca es tarde para comenzar de nuevo, pues tu experiencia vale más que el dinero que tienes en el banco y es tu mayor activo. Nunca es tarde para comenzar de nuevo, pues comenzar de nuevo no tiene fecha de vencimiento. Nunca es tarde para comenzar de nuevo pues el tiempo es perfecto para todos.

El mundo es frío por más que sea verano y esa frialdad existe para congelar a quienes no logran mantenerse calientes. Para mantenerse calientes, hay que correr, hay que moverse, hay que soñar todos los días.

Hay quienes lo logran más temprano, porque así configura el mundo el sistema, para que tú te desmotives. Para que tú creas que es tarde, para que tú te congeles. Así lo crea el mundo, pues aquí no caben 7 mil millones de personas exitosas, pues si todos fuésemos exitosos, entonces nadie sería exitoso. Si todos fuésemos exitosos, entonces las recompensas no existirían, poco nos motivaría, el mundo no evolucionaría, no habría desarrollo, no habría cambio, no habría crecimiento. No se levantarían ciudades, no crecería la raza humana, pero tú no lo entiendes aún.

Espero lo entiendas, veas que quienes mantienen sus sueños vigentes son quienes empujan la evolución y te devuelvas a ese chico que salió del cole para darle un consejo de vida. Dile que el emprendimiento es nuestra mayor forma de expresión, dile que es para pocos, para quienes se mantienen calientes. Dile que es para quienes se mantienen motivados y con fe. Cuéntale que creamos para sentir que existimos y que existimos para sentir que cumplimos un propósito, y el día que dejemos de sentir eso, estamos dejando de existir. Cuéntale que su emprendimiento no es su empresa, es su carrera. Cuéntale que el éxito no es para los más inteligentes, sino para los más resistentes. Díselo, y dile que nunca lo olvide.

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